Piense en todas las veces y todas las formas en que sintió que a pesar de estar convencido de que Dios existe, sintió que usted, sus necesidades, sus deseos y sus peticiones no le importaron como usted hubiera querido y necesitado. Cuando sentimos que no le importamos a Dios, nos sentimos abandonados, olvidados, y muy solos. Este tipo de sentimiento con respecto a Dios, crea una herida significativa que irónicamente nos aleja de la experiencia de su Gracia.
Yo hoy le invito a restaurar su fe, su confianza y el saberse amado, sostenido, escuchado e importante para Dios. Lo invito a dejar atrás toda duda, resentimiento y diálogo interno que perpetúa la idea de que usted no es importante para Dios. Ábra su corazón, su mente y su cuerpo a la posibilidad de que tal vez, es usted quien le ha cerrado la puerta a Dios y a su amor y a que hoy, y cada momento, tiene la oportunidad de volver a Él-Ella.
Si esto es lo que desea, repita esta frase durante varios días a toda hora: