Jesús nos dice que al elegir en forma conciente poner la mente y el corazón en Padre-Madre (para Él, desde Él y en Èl) provoca que las cosas cotidianas como el trabajo, el amor, el placer, la crianza de los niños, comer, tomar agua y cada acto de la vida diaria, se vuelva sagrado.
De esta manera el ser humano toma otro sentido de su existencia porque cualquier sufrimiento queda pequeño.
Al santificar en forma consciente cada acto cotidiano de la vida se abre un nuevo mundo con un nuevo propósito: se le da a esta vida terrestre un significado más profundo: pues estamos unificando el cielo con la tierra.
Al santificar cada acto cotidiano, en forma consciente se está permanente acompañado por Él sintiendo en forma profunda y directa su protección personal.
Abrimos un espacio sagrado en cual cualquier Milagro o bondad puede manifestarse.
Amado Padre,
Te veo en las flores, te veo en los pájaros, te veo en el cielo inmenso y en los mares apasionados.
Te veo en mis ojos, y te siento en mi piel. Te beso en mis labios y en los recovecos de mi cuerpo te siento descansar.
Llenas mis días con tu amor, y en cada acto que sucede frente a mi, soy testigo de Tu misericordia y Tu grandeza.
Las rutinas diarias se me hacen fáciles y fluyen amorosamente pues Tu Gracia lo abarca todo.
A través de mis retos y mis dolores, veo que siempre tengo la opción de elegirte para iluminar mis caminos y llenarlos de Tu luz. Y soy así testigo, de cómo todo se resuelve, se restaura y se transforma en algo positivo y glorioso.
Mi vida está anclada en Ti, y todo lo que hago, digo, pienso y ofrezco lo expreso bajo el manto de Tu energía divina.
Mi vida está anclada en Tí, en la Luz, en todo lo bueno, lo generoso, lo verdadero, lo amoroso.
Yo declaro que pertenezco al Reino de la Luz y todos mis asuntos, mis acciones y todo mi ser están anclados en la Luz.
Gracias Padre, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias…
En el nombre de Jesús,
Amén.