A continuación les presento el testimonio de una de mis lectoras, quien ante una situación muy difícil nos enseña que siempre hay un momento claro, como suspendido en el tiempo, en el que tenemos la oportunidad de elegir la luz, a pesar de que sería más fácil quizá, elegir el camino de la sombra para recibir una gratificación inmediata.
¡Vean cómo al final, su elección de luz, trajo más luz a su vida!
“Una tarde en que ya no contaba con dinero y comida en mi alacena, estaba realmente preocupada, me quedaban un par de quetzales (moneda Guatemalteca), un pedazo de cebolla, y sobritas de legumbres.
Preparé el almuerzo con lo que quedaba y fuí al supermercado a ver qué podía comprar con las monedas en mi bolso.
En mi mente estaba presente la preocupación de que lo que me quedaba era lo último y no había más, y que por la noche no tendría de cenar y al otro día, para nada.
Cuando mi hijo dijera “tengo hambre” no podría darle ni un pedazo de pan.
Cuando llegué a la caja, el joven cajero parecía no verme, estaba reparando una gaveta trabada, así que esperé y oraba a Dios dando gracias por lo delicioso que quedaría el almuerzo, las sobras y la pastita que compraba. Si tenía suerte, me alcanzaría para un limón y habría limonada, disfrutaríamos el almuerzo y arreglaría la mesa con especial atención.
En ese momento un hombre se pasó mi turno, yo seguía esperando que el cajero terminara, y el hombre me quitó el lugar, puso sobre la caja varias botellas de ron fino, cajillas de carnes empacadas y un rollo de dinero.
Parecía tampoco verme.
Se dirigió al cajero en forma grosera y el pobre joven se puso nervioso, aún si éxito en destrabar su caja, así que se volteó a pedir ayuda. El hombre tomó su celular y llamó a alguien (su esposa) y le habló de forma grosera, exigiéndole que no lo llamara para pedir cosas, que él tenía una reunión importante en ese momento y que si le quedaba tiempo y ánimo, pasaba por lo que ella quería para el niño.
En ese momento vi el rollo de dinero frente a mi, el ron, sus insultos a la señora, su prepotencia y el cajero, estaba lejos con otra persona pidiendo ayuda.
En ese momento se detuvo el tiempo y pensé, tengo la tentación, la necesidad y hasta la razón de robar si quisiera, imagino que hay gente que en momentos como este, empiezan a robar. Pero yo, confío en mi capacidad, y en Dios. Gracias Dios porque tengo un par de monedas, una pequeña pastita, unas sobras que se resumen en paz, amor y esperanza.
En ese momento el hombre colgó el teléfono, insultó al cajero, tomó sus cosas y se cambió de caja, seguía sin verme.
El cajero volvió y la caja se destrabó, el muchacho me vio y con una sonrisa me cobró.
Fui casa, me quedó riquísima la pasta y la limonada. Dejamos el plato sin nada y reímos mucho mientras comíamos con mi hijo.
Se cambió de ropa y nos fuimos a su clase de karate. Decidí llevar la ropa que vendo aunque no sabía bien para qué.
Ese día una señora empezó a llegar al karate y vio mi maleta, preguntó que era y cuando vio la ropa, me compró casi la mitad de la ropa. De regreso llené la maleta con cosas del supermercado.
Lo más increíble fue ese tiempo detenido, como suspendida, nadie me veía ni oía. Todo era justificable y decidí creer en Dios y abandonarme en Él.
Mantener la calma en momentos difíciles…”