La oración, puede ser una actividad o una forma de vivir. La oración como una actividad no llena nuestro anhelo profundo de conocer a Dios. La oración como una forma de vida, es una continua y constante interacción con Dios, es el intercambio constante de amor entre nuestro Padre, nuestro Creador y nosotros.
¿No es eso lo que usted quiere: un flujo ininterrumpido de amor entre usted y el Padre? ¿no es esto lo que su corazón necesita y lo que tanto busca?
Me gusta definir la oración como la presencia de Cristo Jesús moviéndose a través de nosotros y enseñándonos cada día, más y más, lo que significa vivir en la activa presencia de Él en nosotros. La oración es la unión de nuestra propia voz, con la armoniosa oración de Jesús.
Hoy lo invito a contemplar esto que le he dicho y a abrirse a entender y vivir la oración desde un lugar que no había considerado antes. Desde un lugar en el que se abra a permitir y admitir que Dios fluya en usted y usted en él, llenando todos sus vacíos, sus dolores, y sus heridas; dejándose bañar por su Gracia y dejándolo actuar en usted.
Usted puede pedirle a nuestro Creador: