Sobre cómo NO pedir
4. No pida algo cuando en el fondo, no lo desea pues se siente culpable de recibirlo. Por ejemplo, hace algunos años, en mis oraciones, le pedía a Dios: “¡Sácame de aquí!” Yo estaba viviendo en un lugar que realmente detestaba. La razón por la que estaba allí, era porque la compañía en la que mi esposo trabajaba, lo había trasladado para trabajar allí. Esta era una oportunidad muy buena para él desde muchos puntos de vita y yo había decidido darle mi compañía y mi apoyo. De lo que no me dí cuenta al momento de tomar mi decisión fue que el lugar y yo no eramos compatibles. Ya al estar viviendo allí, me sentía frustrada, sola y ¡desesperada por salir de ahí!
Cuando mi oración era: “Por favor Dios mío ¡Sácame de aquí!” mi petición estaba contaminada, no solamente porque me estaba victimizando, sino también por un sentimiento enorme de culpa ya que si mi petición era concedida, iba a afectar la vida de mi esposo, su trabajo y nuestra relación. Mi culpabildad era más grande que mi petición. Yo quería irme, pero ¡con mi esposo y mi relación intactos!
Por otra parte, no podía pedir por resignación o por una manera de quedarme feliz y contenta, ignorando lo que sentía. Eso me sonaba falso, las palabras se me trababan en la garganta, y lo que sentía entonces, era un resentimiento gigantesco por pedir algo que en realidad, no quería. Así que, ¿Qué terminé haciendo? Bueno, finalmente entendí que ninguna de mis dos peticiones era lo suficientemente poderosa, ya que ambas tenían su raíz en el temor profundo y en mi gran necesidad de controlar mis circunstancias.
Decidí dejar de pedir por un tiempo y tomé largas caminatas meditando en sobre qué era lo que temía tanto. Fuí a la raíz de mis emociones y descubrí que estaba aterrorizada de perderme a mí misma en una vida que no me pertenecía, y en una vida en la que no podía verme a mí misma viviendo.
Una vez que entendí que el que yo acompañara a mi esposo en su propia aventura, no significaba que yo tenía que perder mis propios sueños, mi propósito de vida, y mi derecho vivir mi vida de la forma en que yo quería, entonces empecé a ver luz. Quisiera poder decirle que sabía cómo hacer esto, pero no, no tenía ni idea de cómo balancear ambas cosas.
Así que mi oración ahora, era algo así: “Amado Dios, aquí estoy de regreso. Esta vez quiero pedirte tu guía, tu inspiración y tu amor, para que yo pueda encontrar una forma para vivir mis sueños, mi propósito y mi propia aventura, sin importar en dónde estoy. Yo tomé la decision de venir aquí y sigo tomándola de igual forma. Así que ahora quiero aprender cómo es que mi vida puede tener sentido y poder, sin importar el lugar geográfico en el que me encuentro. Por favor, enséñame el camino.”
Cada vez que decía esta oración, me sentía aliviada, alegre, y llena de esperanza. No había culpa ni resentimiento. Baste decir que Dios me respondió, fuerte y claro. En los cinco años en que viví en ese lugar, mi vida tuvo significado, fuerza y poder. Cada día lo viví bajo mis términos, apreciando lo bueno que venía a mí e ignorando lo que no me gustaba.
Así que como puede ver, le toca observar su propia reacción cuando pide por algo. Si siente culpa o resentimiento, mejor pare sus peticiones por un tiempo. Vaya a lo profundo de usted mismo, hasta que encuentre lo que le está molestando, lo que no puede aceptar, lo que teme, lo que de verdad le duele. Una vez que esté claro, entonces cree ahora una petición que refleje y exprese la verdadera necesidad en usted.
¡Gracias por leer!
Yvonne