Una reacción muy común es evitar a toda costa aquello que nos hace sufrir, lo que nos duele o nos frustra. Irónicamente esta evitación a sentir, aumenta nuestro sufrimiento.
Cuando nos empeñamos en no sentir, y nos resistimos aceptar lo que es, automáticamente entramos en contienda interna, en guerra contra aquello que sentimos que no podemos, o no queremos aceptar, cerrando así toda posibilidad de mejoría, y de cambio en nuestras circunstancias.
Sin embargo, si permitiera que la magnitud de la emoción que siente lo llenase entero, y se abriera a admitirla y le dijera: “Dolor, (angustia, temor, etc.) se que allí estás, yo te honro, yo te respeto, y yo te acepto”, si lograra decir esta frase respirando profundo y permitiendo que a través de su respiración aquello que siente fluyera por todo su ser, sentiría cómo esa energía dañina que lo ha tenido ahogado, se destraba de sus órganos, y de todos los sistemas de su cuerpo.
Cuando usted acepta y permite la energía contenida del dolor que hasta ahora lo ha tenido intoxicado, éste se libera y pasa por los canales de su cuerpo energético, tal y como el agua de un río que pasa suavemente, sin detenerse, viajando por donde tiene que pasar para llegar a su destino final.
Cuando usted acepta quién usted es hoy, cuando acepta sus emociones y sus circunstancias actuales, cuando logra hacer la paz con su vida tal y como está y es, puede, entonces, empezar a transformar aquello con lo que no está cómodo.
Sin embargo, mientras vive desesperado, tratando de evitarse a si mismo y a las circunstancias de su vida, se desapodera, y toda su energía creativa se desperdicia en el sostenimiento de su aversión a aquello que siente que no soporta. En esa batalla no logra estar presente y de lleno para arreglar las cosas, para abrir su corazón y sembrar algo diferente, para encontrar la salida de las circunstancias que ya no quiere seguir perpetuando.
Una vez que se conecta con el proceso de la aceptación, podrá empezar a relajarse, a permitir y admitir que el dolor disminuya hasta que el sufrimiento finalmente desaparezca. Cuando baja las manos y cesa la batalla de la evitación, deja de nadar en contra de la corriente haciendo las cosas más fáciles y simples para usted. Y lo más importante: cuando cesa la aversión, le da espacio a su Luz y a la Luz de Dios para manifestarse e iluminar aquello que hasta hoy le parecía oscuro e indeseado.
Lo invito a entrar en oración y hacer esta Declaración de Aceptación ante Dios y ante usted mismo:
Declaración de Aceptación
Yo hoy decido en forma consciente y deliberada con una intención clara y directa,
superar y resolver y disolver toda evitación que me impida alcanzar un estado de paz y armonía, de alcanzar mis sueños y una forma de vida en que pueda transitar más en luz.
A pesar de cualquier razonamiento o cualquier ilusión sobre los motivos que tenga para mantener la aversión a mis sentimientos y circunstancias, yo decido resolver y disolver esta aversión.
Yo respiro aceptando lo que siento ahora y mi experiencia de vida ahora.
Yo acepto mi vida, así no sea lo que deseo en este momento.
Bajo mis brazos y ceso la batalla dentro y fuera de mi.
Acepto que soy un hijo de Dios, acepto mi posición ante Él-Ella, acepto mi verdad de albergar Su Luz en mi.
Acepto mi divinidad, acepto mi misión en la Tierra de irradiar su luz.
Acepto mi pequeñez y mi finitud, acepto la voluntad de Dios sobre mi y Su Universo.
Acepto todo de mí.
Yo me amo, yo me honro, yo me respeto y me acepto completa y profundamente.
Así es y hecho está. Amén.
Respire profundamente y permita que a través de su respiración esta aceptación fluya a su cuerpo, alma, mente y corazón.