Hoy salí de compras Navideñas, y en algún momento de mi excursión, pensé que es tan fácil perder de vista el corazón en medio del ruido que el mundo hace ante estas fiestas.
Hoy quiero invitarlo a no perder de vista que lo más importante durante estas celebraciones, (y siempre) es usted y su integridad consigo mismo. A pesar del ruido, de sus compromisos, de sus fiestas, pare por un momento cada día, al amanecer, o al anochecer y siéntase a si mismo, respire profundo consciente de que es Dios quien le sostiene la vida, consciente de sus gratitudes, y de sus bendiciones.
Lo invito a hablar con usted mismo, y evaluar cuál es su intención durante este período alborotado: ¿Estar más presente? ¿Iluminar su luz por donde quiera que vaya? ¿Alimentar la paz dentro de si mismo? ¿Caminar fluidamente sin atormentarse ni preocuparse? ¿Disfrutar a sus seres queridos? ¿Abrirse a nuevas posibilidades? ¿Crear una vida más satisfactoria? No sé cuál pueda ser su intención, basta con que usted la sepa y la honre.
Disfrute estas fiestas, sabiendo que usted es el regalo, que usted es quien es especial, que usted es la verdadera bendición y que su vida, es el gran regalo que viene a otorgarle al mundo.
A continuación le entrego un ejercicio luminoso para volver a su centro, a su corazón mientras camina y se mezcla con el ruido del mundo:
Coloque sus manos sobre su corazón y diga:
1. Siete veces: “Me hago consciente de mí”. Respire profundo entre cada declaración.
2. Tres veces: “Me hago consciente de mi cuerpo”
3. Ahora, dígase a sí mismo:
“Inhalo en calma y en paz”. Y al exhalar: “Yo suelto, libero y dejo ir toda la tensión de mi cuerpo físico… estrés, enfermedad, dolor, incomodidad, cansancio, pereza, toda tensión. Relajo mi cuerpo, más y más… me siento bien”.
4. 3 veces: “Me hago consciente de mi mente”.
5. Repita: “Al inhalar, me inunda la calma y la paz. Al exhalar, yo suelto, libero,y dejo ir todo pensamiento distractor, perturbador, negativo e inútil.”
6. 3veces: “Me hago consciente de mi corazón que late, que sueña, que ríe, que llora y también de la alegría y de las penas que habitan en mi corazón”.
7. Repita: “Al inhalar, me inunda la calma y la paz. Al exhalar, yo suelto, libero, y dejo ir todas las cargas y penas de mi corazón”.
8. Respire profundamente.
9. Repita: “Me hago consciente de que mi cuerpo es solo un vehículo para transitar este viaje aquí en la Tierra y de que en mi interior, hay un espacio sagrado en donde habita mi alma. Me doy cuenta de que este espacio es como un templo, en el que visualizo que enciendo velas, lo lleno de flores, prendo incienso y encuentro un hermoso lugar para comunicarme con mi Creador y con su Ángeles Mensajeros de la Luz y del Amor”.
Una vez que se sienta relajado y en paz, respire en silencio sintiendo la Paz y la Gracia de Dios entrando en su cuerpo e inundando todo su Ser. Vea, con el ojo de su mente, y con su imaginación, cómo una Luz desciende desde lo alto y lo llena de amor incondicional, de paz y de gracia, restaurándo todo su ser y devolviéndolo a su centro. Respire profundo y cuando esté listo, puede abrir sus ojos y volver a sus actividades diarias.