Los Apóstoles se entregaron a la oración y a ayudar al mundo. Su ejemplo nos enseña que mientras más recibimos en oración silenciosa, más podemos dar en nuestra vida activa. Así que mientras vivimos cada instante de nuestras vidas durante este nuevo año, en las calles, en nuestros hogares, en el trabajo, debemos orar con todo nuestro corazón y alma para anclarnos en la luz y poder así vivir honrando la esencia de todo lo bueno, lo verdadero, lo amoroso, lo respetuoso, lo moral, lo armonioso en nuestra vida.
Cada paso que damos, debemos santificarlo en lo sagrado de nuestra unión con Dios. Cuando hablamos debemos cuestionar si nuestras palabras vienen de la grandeza de nuestro espíritu o de la pequeñez de nuestro ego. Cada acción que ejercemos, debemos anclarla primero en la luz de Dios y después avanzar. Cada conflicto entregarlo a la luz de Dios y resolverlo dentro de la red de la verdad, la justicia y el respeto por los demás y por nosotros mismos. Cada sueño y meta, debemos anclarlo en la alegría, y en la certeza de que cuando ejercemos nuestro poder personal en unión con el poder de Dios, todo sueño logra nacer y manifestarse en la realidad de nuestra vida.
Esto es lo que significa vivir en oración.
Confío en todo lo bueno, espero todo lo bueno, vivo todo lo bueno. Mi vida es una oración de bondad. Yo soy bondad.
En el nombre de Jesús, está hecho. Amén