Activando Nuestra Luz Interior
Parte 1
La mayoría de seres humanos estamos en una búsqueda; unos más conscientes que otros. Las búsquedas parecen a veces iguales y a veces muy diferentes. Para algunos, es la búsqueda de éxito, para otros, la búsqueda es la de una relación íntima y significativa, para otros es una búsqueda creativa o de dinero, de paz o de significado y así la lista continúa.
Pero en su centro más profundo, la búsqueda es la misma, todos buscamos lo mismo. ¿Qué es lo que necesitamos encontrar con tanta urgencia? Podría darle muchos nombres y aquí van algunos: buscamos a La Fuerza Universal, a la Fuente de todo Poder, de todo Amor. Buscamos a Dios, a la Energía Divina que todo lo contiene, buscamos la Luz Divina que, sin nosotros haber estado conscientes, ha estado plantada, codificada e instalada en el mismo centro de nuestra existencia.
Deseamos regresar al lugar que nos dio la vida, al centro de todo lo que somos, queremos sentir que hemos llegado a casa, que podemos relajarnos y descansar.
Pero, si la Luz ha estado en nosotros mismos, ¿Cómo es que no la hemos visto? ¿Cómo es que nos lanzamos en estos viajes frenéticos de búsquedas desaforadas? ¿Y atravesamos desiertos, penas, desdichas, inconformismos, conformismos, maratones de obstáculos, carreras innecesarias, noches de llanto solitario, berrinches, escasez y desesperanzas?
Tal es el deseo de encontrar la Luz Divina que valientes nos lanzamos en estos caminos tortuosos y terminamos perdiendo el rumbo, maltrechos y adoloridos, olvidando por qué fue que empezamos el viaje en primer lugar.
Así que, como el alquimista de Paulo Coelho, quizá sea hora de regresar al principio, al lugar donde todo comenzó. Al centro de todo, a nuestro Verdadero Ser. Pues es allí donde habita lo divino. Tal vez si en la mañana, frente al espejo, desnudos, antes de bañarnos, sin el disfraz del día, nos atrevemos a vernos a los ojos, de frente, podamos detectar una sospecha de Luz. Y si nos atreviéramos a hacer esto cada mañana, podría ser que la Luz, nos sorprenda diciéndonos algo. Dándonos pistas. Saludándonos. Tal vez si insistimos en vernos honestos a los ojos, podamos empezar un diálogo con la Luz de nuestro verdadero ser y descubrir qué es lo verdaderamente importante para nosotros, lo que nos hace reír, lo que nos provoca la pasión, lo que nos pesa y debiéramos soltar, lo que nos activa el poder de crear, de inventar, lo que da cabida a los sueños sagrados de nuestro corazón.
Si nos quedamos suficiente tiempo frente al espejo y toleramos nuestra propia presencia, si insistimos en observarnos y no caemos en la tentación de huir de nosotros mismos, si somos valientes y miramos más allá de nuestras decepciones con nosotros mismos, más allá de lo que deberíamos haber hecho pero no hicimos, si por un momento podemos suspender el juicio, la crítica y las inseguridades mientras nos vemos desnudos a los ojos, nos veremos recompensados por el encuentro alucinante con la Luz de nuestro Verdadero Ser.
Es cuestión de práctica. La práctica de muchas mañanas, desnudos, frente al espejo, hasta que se desaparezcan las vergüenzas, hasta que mueran las mentiras, hasta que se caigan las máscaras, hasta que no duela ver las imperfecciones y se vuelvan irrelevantes.
Es cuestión de elegir entre distraernos buscando lo inencontrable afuera de nosotros mismos, o si vamos a embarcarnos en la aventura de nuestra vida encontrando lo que de verdad buscamos: allí, en nuestros propios ojos, en nuestro corazón, en la reconciliación de quiénes somos, de lo que de verdad deseamos, en la aceptación de nuestra desnudez ante nosotros mismos, sin máscaras, ni juegos.
Tal vez quieran atreverse. Yo les garantizo: La Luz Divina está allí.
¡Gracias por leer!
Yvonne