La modestia en general es virtuosa pues tiene sus raíces en la generosidad y en la bondad. Sin embargo deja de ser virtuosa cuando nos detiene de denunciar lo que claramente debe ser denunciado, tal como la tiranía, el abuso y la corrupción (hacia otros o hacia nosotros). Esta forma de modestia, resulta en mansedumbre en un momento en el cual lo que se necesita es ser franco y valiente.
La falsa modestia nos detiene de poner límites a quienes se aprovechan, a quienes se atreven a usarnos para su beneficio sin pensar en el nuestro y además, nos detiene de abrirnos a recibir.
Cuando abstenemos a nuestro corazón de actuar como necesita actuar, en honestidad, claridad y valentía, este se enferma, se entristece y se desapodera.
El remedio de la falsa modestia es la honestidad de corazón y ser valientes de decir “hasta aquí” o “esto no es aceptable y no lo voy a permitir”. Nuestro corazón se sana de la falsa modestia cuando exigimos nuestros derechos, y cuando defendemos nuestra soberanía, nuestra dignidad, y cuando no nos prestamos a ser testigos o cómplices de humillaciones, de tiranía o abuso a otros.
Amado Padre,
Inúndame de la fuerza de tuya para hacer lo que se que debo hacer.
Enséñame lo que se siente vivir mi vida siendo valiente y franco en defender mi integridad y mi dignidad sin temor, y sin dudar.
Enséñame lo que se siente vivir mi vida sin esconderme cobardemente detrás de mi falsa modestia.
Enséñame cómo puedo vivir mi vida apartando de mi toda tiranía, todo abuso, toda corrupción.
Envía Padre a tu Arcángel Miguel a ayudarme y enseñarme cómo ser fuerte, valiente y justo.
Gracias, gracias, gracias.
Así es y hecho está.
En el nombre de Jesús.
Amén.