Los ángeles me dicen que observan que nosotros los humanos tenemos poca tolerancia a estar bien. Es como si cuando todo empieza a ir bien y cuadra, hacemos algo para sabotearnos y creamos dramas que nos sacan del bienestar. (Pronto nos van a dar más información sobre esto).
Una tarde, decidí probar cuánto toleraba estar acostada en una hamaca, haciendo lo que una parte de mí, (la que quiere perezear, la que quiere no hacer mucho, la que está cansada me mis exigencias, mi disciplina y mi incansable tener que llegar a algún lado, imaginario o real) siempre ha querido. El experimento salió muy bien, después de que pasé la zona de la culpabilidad por «no estar haciendo nada». Y me sentí libre, y me sentí feliz, y me di cuenta de que estar bien, en realidad, no duele.
Y así fue como nació este fragmento.
Y, usted, ¿tiene tolerancia a estar bien?
Recogeré los libros que llenan mi alma,
Me llevaré a mi corazón de invitado
Y con los pies descalzos, me dejaré ir en las profundidades de la hamaca blanca que desde hace horas trata de convencerme de que sus brazos son más cálidos y amorosos que mi eterna necedad de siempre estar ¨haciendo cosas¨ para justificar mi existencia.
Allá voy con mi niña, mis libros, una Coca Cola Light y el corazón abierto a rendirme al fin, después de tanto, a decir Sí.
Sí al descanso
Sí al disfrute
Sí a sentirme con derecho a descalzarme y dejar que el mundo con sus locuras siga su curso arremetido mientras yo floto en la alegría de saberme segura, de saberme dichosa, de dejarme descansar mientras espero mientras por un instante no importa nada sino este momento sagrado conmigo a solas.