Mucho de lo que sentimos sobre nosotros mismos tiene que ver con las experiencias de nuestra niñez. Si usted no creció con amor y apoyo, lo más seguro es que a usted se le dificulte ofrecerse amor y apoyo a si mismo y a otros a su alrededor. Si las personas que se suponía que debían cuidar por su bienestar, descuidaron sus necesidades emocionales o físicas, probablemente usted sacó la conclusión de que sus propias necesidades no son importantes y que de alguna forma, usted merece ser ignorado.
Irónicamente, si usted creció en un ambiente de abuso, usted podría estar sintiendo ahora una cólera avasalladora hacia las personas que le hirieron, pero ha adoptado la voz y el trato de estas personas dentro de si mismo. Es decir, rechaza lo que le hicieron, pero a la vez, ahora usted hace lo mismo hacia usted mismo o con otros. Y esa, es la paradoja del maltrato: usted continúa dándose el abuso que otros perpetraron en usted.
Muchas veces, nos tratamos de la única forma que sabemos, de la única forma en que aprendimos a través del ejemplo de nuestros padres o de personas muy cercanas a nosotros.
Y, para aquellos que no vivieron en un ambiente de abuso, es muy posible que de todas maneras halla sacado conclusiones sobre usted mismo con base en sus relaciones con sus padres.
Muchos de nosotros aprendimos a muy temprana edad que el amor, la aceptación, y la aprobación estaban condicionados a ciertas conductas y logros. Y cuando no hicimos lo “debido” no concluímos solamente que nuestra conducta era la indebida, sino que concluímos que nosotros, como ser, en nuestra esencia, éramos indebidos; internalizamos que no éramos suficiente, que había algo erróneo en nosotros. Nos culpamos directamente a nosotros mismos por aquello que no hicimos bien.
Ya como adultos, tenemos la posibilidad de sanar todos estos aspectos dolorosos y entender que no es necesario torturarnos por cosas que, al ser niños, escapaban nuestro control. Lamentablemente, muchas veces, a pesar de ser adultos y poder entender esto, no logramos creerlo en su totalidad. No logramos captar que siempre hemos sido hermosos, a pesar de que no somos perfectos, y no logramos entender que nunca hemos merecido vivir temerosos, solos, o avergonzados, ni cuando éramos niños, ni ahora en nuestro presente.
En la trayectoria del amor por nosotros mismos, es entonces necesario dejar ir las historias de nuestra niñez de las que estamos apegados. Debemos empezar a movernos más allá del trauma de una niñez difícil o limitada y soltar el dolor. Debemos tomar la decisión de dejar de vernos a través de la visión del niño herido, asumir nuestro poder personal de elegir darnos una vida mucho mejor a la tuvimos antes y abrirnos al amor a pesar de no haberlo conocido en forma incondicional en nuestro pasado.
Amado Padre,
Enséñame Tu definición y entendimiento de lo que significa amarme y honrarme a mi mismo.
Enséñame lo que se siente soltar, liberar y dejar ir todo dolor, todo sufrimiento, toda experiencia de no-amor de mi niñez.
Enséñame que es posible para mi sanar toda herida de mi niñez que me impide ahora amarme, respetarme, honrarme y aceptarme completamente.
Enséñme cómo sanar todas estas heridas y abrirme a una nueva era del amor por mi mismo.
Enséñame que es seguro para mi soltar, liberar y dejar ir todo dolor, todo sufrimiento, toda experiencia de no-amor de mi niñez.
Enséñame Padre, enséñame. Gracias, gracias, gracias. En el nombre de Jesús, esto queda sanado en forma profunda y completa. Así es y hecho está. Amén.