El fundamento del amor personal es saber y entender hasta la última fibra de nuestro ser, que somos mucho más que la suma de nuestros errores más grandes, que nuestros momentos más débiles, de nuestras decisiones más vergonzosas; y realizar que podemos ser quien queremos ser ahora mismo, no a pesar de nuestros errores, sino precisamente por ellos. Es a través de nuestro transitar por las sombras, que podemos entonces, conocer la luz. Sin sombra no hay luz. Es el contraste que necesitábamos para entender cuál es la luz y en donde está.
Somos seres de luz, hechos de la luz, y podemos, aquí y ahora, elegir volver a esa luz preciosa y luminosa. Hoy, podemos marcar el principio de nuestro caminar en la luz pues somos más que nuestros cuerpos: somos almas, creadas por nuestro amado Padre, con su código en nosotros.
Al elegir amarnos con todo y todo, a pesar de todo, con las cicatrices de tantas batallas libradas en el transcurso de nuestras vidas, estamos diciendo “Si” a la vida, a la comunión con el Espíritu Santo y nos abrimos a una nueva era en nuestras vidas en donde, si bien todavía pueden haber sombras, prevalece la luz, prevalece la bondad, prevalece el bien en todas sus formas.
Ame sus cicatrices e intégrelas en su ser, pues es gracias a ellas, que hoy está en posición de elegir vivir en la luz.
Amado Padre,
Enséñame tu definición y entendimiento de lo que es la luz.
Enséñame lo que se siente encontrarme contigo en el silencio de mi mente quieta.
Enséñame que es posible para mi retornar a ti a través del silencio puro del amor en mi.
Enséñame cómo habitar voluntariamente en la única luz que eres Tu, mi Creador.
Enséñame lo que se siente habitar mi divinidad y mi poder creador conectado a Tu luz.
Enséñame los misterios de mi existencia y los tesoros de mi espíritu.
Enséñame lo que es habitarme entero, y aceptar mi luz, luminosa y amorosa, en ti, por ti, de ti.
Gracias, gracias, gracias, gracias, gracias. Así es y hecho está.
En el nombre de Jesús. Amén.