¿Cómo empezar a valorar nuestras imperfecciones? ¿Cómo podemos sentirnos más confortables en nuestra propia piel? ¿Cómo tratarnos con menos juicio y con más entendimiento y compasión hacia nosotros mismos?
Muy bien podemos empezar entendiendo que somos perfectos en nuestra imperfección.
Mientras más rápido entendamos que no somos perfectos y que ultimadamente no podemos controlarlo todo, más fácil será amarnos tal y como somos, con nuestras fallas y nuestros aciertos.
Cuando pretendemos ser perfectos para entonces, y hasta entonces, poder empezar amarnos, nos infectamos con el virus de la duda en nosotros mismos, del virus de la inseguridad, del temor constante de no “calificar”. Este virus infecta y carcome toda parte en nuestra vida.
La creencia que nos impide amarnos con todo e imperfecciones, es que mientras más perfectos somos, más validez tenemos como personas. Vivimos angustiados por no ser suficiente, por no hacer suficiente, por no lograr suficiente, y por lo tanto, cuando nos damos cuenta de que verdadermanete no podemos ser perfectos, concluímos que no somos merecedores de amor, felicidad o incluso, de una vida de bienestar.
La verdad del asunto es que en nuestra búsqueda de perfección, negamos nuestras experiencias positivas y amorosas, pues usualmente vienen envueltas en experiencias imperfectas. ¿Se da cuenta de la gran ironía?: Para vivir una vida que merece ser vivida, debe aceptar e integrar sus imperfecciones, pues de lo contrario es imposible amarse auténticamente, tal y como es.
Es necesario, aceptar que nunca vamos a poder ser perfectos, y decidir caminar por la vida, felices, agradecidos y amorosos, con nuestro cuerpo imperfecto, nuestros hijos imperfectos, nuestra profesión imperfecta, nuestro carácter imperfecto, nuestra economía imperfecta, nuestras relaciones imperfectas y saber que somos suficiente. Y que ser suficiente, es suficiente.
Amado Padre,
Gracias por haberme creado tal y como soy.
Gracias por cada parte de mi ser.
Gracias por mis imperfecciones que me enseñan tanto de mi, de ti, del mundo.
A pesar de que quisiera ser y hacer todo perfecto, yo elijo aquí y ahora amarme, honrarme, respetarme y aceptarme en mi totalidad, con mi luz y con mi sombra, con mis aciertos y desaciertos, con mis perfecciones e imperfecciones.
Tal y como me creaste, es suficiente.
Gracias, gracias, gracias mi amado Padre.
Así es y hecho está.
En el nombre de mi amado Jesús.
Amén.