El lugar en donde encontramos la paz es el mismo lugar del cual huimos constantemente.
Y, de quien huimos una y otra vez, es de nosotros mismos.
Sin embargo, la sanación, y la paz se manifiestan hasta que soltamos, liberamos y dejamos ir, todo aquello que no somos nosotros. Es hasta cuando nos atrevemos a ser quien de verdad somos, cuando realmente empezamos a vivir.
Es cuando reconectamos las partes de nosotros mismos que hemos perdido a lo largo de nuestra vida, que logramos sentir como si hemos llegado a casa. El amor verdadero florece cuando regresamos a casa, dentro de nosotros mismos. Cuando nos decimos “si” a nosotros mismos. Esto se manifiesta cuando dejamos de huir de nuestras ideas, de nuestra intuición, de nuestras imperfecciones, de los sueños de nuestro corazón, de nuestras emociones. Esto se manifiesta cuando dejamos ir todo aquello que no es nosotros (personas, expectativas, creencias, etc.)
Regresamos a nosotros mismos cuando dejamos de buscarnos en personas, substancias y experiencias fuera de nosotros creyendo que es allí en donde vamos a encontrar la alegría y llenarnos de aquello en lo cual nos sentimos vacíos.
Veo a tantas personas eligiendo dormir sus días o bien corriendo de un lado para otro pensando que así pueden huir de su problema.
La libertad se encuentra no anestesiándonos de nuestras emociones, ni corriendo lejos de ellas, sino a través de mantenernos consientes, despiertos y presentes lo suficiente para permitir la manifestación de la gracia en nosotros.
El acto de movernos en nuestra propia vida conscientemente, con una actitud de abrazar y recibir la vida en gratitud nos lleva de estar hundiéndonos en una situación dolorosa a sanarla completamente.
Cuando usted se abre a sentirse vulnerable, a sentir sus emociones, y a permanecer parado en la verdad de su ser, usted se libera entonces de estar siempre persiguiendo algo que nunca alcanza. A quien está usted realmente buscando es a si mismo.
Amado Padre
Cada día descubro más y más bondad y bienestar en mi y cada uno de estos descubrimientos me trae más y más alegría.
Cada día aprendo más y más a permanecer en mis emociones, a respirarlas y dejarlas estar y eso me trae más y más alivio.
Cada día me da menos temor sentirme vulnerable y eso me trae más y más experiencias deliciosas y buenas.
Cada día me escucho más y más, y eso me trae una guía divina que no me deja perderme.
Cada día permanezco más y más despierto y presente en mi propia vida y eso me hace descubrir, más y más mágicas posibilidades y oportunidades.
Gracias Padre, gracias, gracias, gracias.