La Luz llama más Luz. La alegría llama a más alegría. El amor llama a más amor, la riqueza llama más riqueza y así parece cumplirse una Ley Universal. Entonces, ¿Qué pasa cuando nuestra luz interna está apagada? ¿Cuándo sufrimos y no vemos la salida a una situación agotadora o dolorosa? ¿Cuándo nos sentimos vacíos, transgredidos, o cuando el desamor parece compañero de todos los días? ¿Podemos realmente transformar nuestra realidad? ¿Es posible abrir una rendija para que entre la Luz? ¿Podemos invitar al orden en medio del caos? ¿Podemos traer transformación donde hay dolor y cansancio?
La oscuridad tiene su encanto, y es seductiva, pues el dolor muchas veces nos hace sentir vivos, y de una forma irónica, nos da el poder de estar desapoderados. Es atractivo no tener que hacer nada más que resignarnos y darle el poder a otros. Nos permite seguir jugando a la víctima y no tener que tomar responsabilidad por las decisiones, por los pensamientos, las conductas y la inconsciencia que nos ha llevado a transitar precisamente a través de la experiencia que nos atormenta.
Si de verdad es nuestro deseo invocar a la Luz en nuestro corazón, no importando qué tan herido esté, si de verdad añoramos la Luz de nuestro amor, la Luz de nuestras ideas, a la Luz del bienestar y de las posibilidades infinitas, entonces es necesario dejar de estar esperando que alguien o algo venga a salvarnos, incluido Dios, y entender que somos nosotros al activar nuestra propia luz quienes vamos a darle espacio a lo Divino para que pueda manifestarse en nosotros y podamos transformar nuestras circunstancias dolorosas.
El primer paso para activar la Luz en nosotros, es tomar la decisión de vivir comprometidos con la Luz. Una vez que hemos tomado la decisión, entonces es necesario hacer el llamado, la invocación, la declaración clara y concisa de nuestra intención.
La Energía Celestial, El Universo, La Fuerza de la Vida, Dios, cómo deseemos llamarla, necesita ser llamada, invocada, pedida. Como una luz de bengala en la media noche, necesitamos lanzar nuestra señal de que estamos listos para la Era de la Luz dentro de nosotros mismos. Es cierto que en las noches más oscuras del alma, en los momentos más confusos y dolorosos, pareciéramos no tener ni una chispa de energía para lanzar nuestro llamado, pero sí se puede. Si queremos.
En un artículo anterior, ya había compartido esta historia, y lo vuelvo a hacer ahora, para inspirarlo a escribir la suya propia:
Hace unos años, estaba yo en una tarde de domingo en medio de una crisis almática de proporciones atómicas. Me sentía sola, separada del mundo, el pánico me empezó a invadir pues no veía salida a la situación en la que estaba y mucho menos veía la posibilidad de sobrevivir el dolor que sentía. Pues allí, mientras yacía sentada en la arena de un mar oscuro, sentí que necesitaba encender una vela. Y, como en película de cine, corrí entre mundos de gente, con los pies descalzos, hasta llegar a mi apartamento y desesperada busqué una velita y la encendí. Necesitaba hacer mi llamado y esa fue la forma que encontré. Por semanas enteras, mantuve una velita al lado mío, mientras comía, mientras dormía, mientras me bañaba. Era importante para mí que la luz no se apagara. Ahora, veo que esta velita, simbolizaba mi luz interna. Y así nació mi mantra: ¨Padre, que no se apague mi Luz, que nada me separe de Ti¨.
Hice mi llamado y me da mucha alegría reportar que mi luz se activó y que aún en medio de la no-resolución inmediata a mi problema, mi corazón empezó a estar en calma, en aceptación, en lucidez, lo que más tarde, me permitió tomar las decisiones que tenía que tomar.
Es muy útil encontrar una forma personal que simbolice nuestro deseo profundo de moverse desde la sombra hasta llegar a la Luz. Cada quien puede encontrar una forma de tirar su bengala aún perdidos en la oscuridad más profunda.
Una vez que la intención está instalada en nosotros, y que hemos hecho el llamado a la Luz, empezamos a movernos hacia un espacio sagrado en donde todo es posible.
¿Cuál es su bengala? ¿Qué va a hacer para simbolizar su invocación a la Luz en su corazón herido? Puede t a través de una vela, a través de un cristal, a través de un poema… a través de flores frescas cada día en su ventana, puede ser a través de tantas cosas…
Cuando lo encuentre, lo invito a repetir una y otra vez, de todo corazón:
¨Padre, que no se apague mi Luz, que nada me separe de Ti.
A pesar del dolor, a pesar de la incertidumbre, a pesar de todo, yo invoco mi Luz y la Luz de mi Creador en mi.
Aquí y ahora, yo invoco y declaro la Era de la Luz en mi, en el nombre de Jesús. Gracias, gracias, gracias. Así es y hecho está. Amén.”