La esperanza es una cualidad maravillosa pues nos impulsa a generar fuerza de nuestro centro, cuando más es necesaria para salir de un problema, para crear una realidad diferente, para alimentar nuestro espíritu y nuestro corazón de energía sagrada necesaria para avanzar en nuestro caminar.
Sin embargo, la falsa esperanza es el mal hábito de decirnos que todo estará bien, sin que asumamos responsabilidad, sin que tomemos los pasos necesarios para accionar en cambiar algo que solo nosotros podemos cambiar. La falsa esperanza es una forma de negar que es hora de cambiar algo, de salir de alguna circunstancia dañina, y de tomar decisiones importantes que deben ser tomadas con responsabilidad y orden.
Cuando sostenemos falsas esperanzas, tratamos de auto-tranquilizarnos diciendo frases tales como:
“Esto ya va a pasar por si solo”
“El o ella ya va a cambiar”
“Este trabajo podría ser peor, estoy seguro que todo ya se va a mejorar”
“Si le demuestro que soy valiosa, pronto me va a querer”
“Se que ya no me va a lastimar”
“Si no se puede, pues no se puede. En el futuro talvez si voy a poder hacerlo”
La falsa esperanza se siente, suena, y huele, a resignación disfrazada de esperanza. Es a usted a quien le toca intencionar, crear, caminar, avanzar, y cambiar en si mismo lo que atrae, produce y crea circunstancias que no son óptimas para su bienestar y su crecimiento.
La falsa esperanza enferma al corazón pues la zona energética del corazón está diseñada para impulsar nuestros sueños, es la zona en donde recibimos dirección espiritual y en donde la voz de nuestra intuición se hace manifiesta. La falsa esperanza le quita energía al corazón y lo hace resonar sin pasión, sin alegría, y sin fuerza.
La cura de las falsas esperanzas consiste en tomar acción para crear lo que deseamos crear, con base en nuestra confianza profunda y amorosa en nuestro Dios, y persistir en lo que debemos persistir hasta lograr llegar, crear y vivir la experiencia que deseamos vivir. Sin caminante, no hay camino.
Lo importante es, además, estar seguro de nuestras intenciones antes de iniciar la marcha. Una vez estamos claros que nuestras intenciones son puras, y no violan el libre albedrío de alguien más, debemos ponernos en marcha, paso a paso, hasta llegar a nuestro destino final.
Amado Padre,
Enséñame a discernir entre la esperanza auténtica y las falsas esperanzas.
Quiero dejar de fantasear por algo que en el fondo se que no va a llegar y tengo la intención profunda de ir tras mis sueños y en Tu compañía, hacerlos realidad en mi vida diaria.
Enséñame a discernir entre la actitud de espera consciente y activa, y las falsas esperanzas.
Sé que a veces es necesario dejar de insistir en algo y darle espacio a aquello que anhelo para que pueda manifestarse, y también se que a veces debo ser persistente y no soltar mi visión ni mi ímpetu de lograr algo. Enséñame cuándo es para mi mayor beneficio hacer una cosa y cuando la otra.
No a la resignación.
No a soñar despierto sin tomar acción.
Si a la alegría de manifestar mis sueños aquí y ahora.
Gracias, gracias, gracias,
En el nombre de Jesús.
Amén.