Yo me he peleado varias veces con Dios. Y simpre termino amándolo de todas formas. Termino entendiendo que la falta está en mí y no en él. Tengo la gran debilidad de no poderle quitar el habla por mucho tiempo. Es un hecho que él es mi debilidad, y que no puedo entender mi vida sin él en ella. Parece un juego de mi ego, pues mi alma sabe que él está en todas partes, hasta en las partes en las que quisiera escaparme de él un rato.
Esta es una carta que le escribí después de haberme enojado con él y haberle hechado culpas que no le correspondían.
¿Ha hecho usted alguna vez lo mismo? Y si es así, ¿Ha vuelto a hablar con él o sigue dándole sus silencios?
Bueno, aquí está mi carta:
Desnudarme entera,
Quedarme sin piel
Desbaratarme toda y volverte a aprender,
Saber a qué hueles, cómo te sientes, tu textura, tu presencia.
A pesar de lo que dije antes. No. No quiero vivir sin ti
Siento necesidad de ti, curiosidad de ti. Tengo sed de ti y quiero hacer a un lado todo aquello que en mí, me separe de ti.
Volvámonos a conocer. Quiero saberte y que me sepas.
Quiero florecer en ti, estar pegada a ti y vivir arrebujada en ti.
Enséñame entonces quién eres y llévame a ti como es Tu voluntad que yo te conozca.
Háblame de ti. Dime. Enséñame. Estoy dispuesta, abierta, ansiosa de ti.
Te amo aunque no te entienda. Te amo con todo y mis interpretaciones egoícas. Te amo aunque hoy veo que quizá no te he conocido como realmente eres y no tenga idea de quién eres.
Sólo sé, que te amo. Y sin este amor, sin tu presencia, sin ti, se me va la luz.
Lo que quiero es ser en ti, respirar en ti, verme en ti, soñar en ti, alegrarme en ti. Quiero que seamos cómplices, amigos, compañeros, amantes. Uno de verdad, Una contigo. En libertad porque así elijo. Ven, ven, enséñame.