Purificar el corazón es un proceso. El primer paso en este proceso es que debemos entender la necesidad de tener cortesía con Dios como lo expliqué en el artículo anterior.
Y segundo debemos ser concientes de las enfermedades espirituales del corazón –estar conscientes de su existencia, y de las complicaciones y problemas nocivos que se derivan de éstas y reconocer que estas enfermedades nos interrumpen de poder realmente tener una relación íntima con Dios.
El conocer estas enfermedades, sus causas y cómo sanarlas es una obligación de todo ser humano adulto sano.
Estas enfermedades son inherentes a la condición humana y por lo tanto es un proceso que dura toda la vida, no es algo que es aplicado una vez y luego olvidado. La pureza de corazón nunca sobrevive a una relación pasiva. Debemos siempre cuidar nuestro Corazón y sanarlo constantemente e inclinarlo a la fe, a la confianza profunda, a la verdad, a la pureza, con una conciencia intuitiva hacia el propósito y la gracia divina.
Amado Padre,
Cada día, en cada instante, purifico mi corazón, para estar más cerca de ti, para que nada ni nadie me separe de Ti.
Vivo conciente de que cada pensamiento, cada palabra, y cada acción mía enferma mi vida o la sana.
Vivo conciente de que cada pensamiento, cada palabra, y cada acción mía me aleja o me acerca a Ti.
Ante ti me maravillo y caigo de rodillas en humildad y gozo.
Sea en mi, Tu Voluntad.